jueves, 21 de enero de 2016

Capítulo 40_Camino Biderbost












Camino Biderbost no tenía la mínima intención de meter un hombre en su casa, pero no hacía ascos a la relaciones pasajeras.
Ahora estaba muy centrada con el master que le ocupaba muchas horas de sus días y había dejado de lado ese tema, pero al conocer a Gari, pensó que podría servirle para dar una vuelta y poner en práctica lo que estaba aprendiendo sobre el respeto a si misma.
Pertenecía a grupos de artistas feministas y ella misma combinaba sus acciones performativas con un trasfondo político, que acaparaban la atención de los medios, no solo en el País Vasco sino en el resto del estado español, y otros países de Europa y América latina.
Le gustaban los hombres y en seguida se emocionaba cuando conocía a alguno que la trataba con deferencia.
Le costaba poner en su sitio a los machistas, es decir, a casi todos, por lo que sus romances no duraban demasiado.
La última relación que había tenido fue con un arquitecto catalán, que estaba de paso en Bilbao trabajando en la renovación de un edificio de “las siete calles” (1).
Pasaba los fines de semana en Barcelona donde tenía esposa e hijos.
Desde el principio le dijo que estaba casado y tenía intención de seguir así, pero si quería hacerle compañía durante la semana, él estaría encantado.
Puso las cartas sobre la mesa desde el principio y nunca la dio motivos para que ella pudiera pensar que sus sentimientos hubiesen cambiado.
Era un hombre culto, entendido en las bellas artes, capaz de apreciar el trabajo de Camino y enamorado de su profesión, en la que destacaba.
Los arquitectos catalanes suelen tener una formación superior a los de otras ciudades de España.
Barcelona en sí es un museo de buena arquitectura.
Solamente paseando por sus ramblas y avenidas, se ven tantas maravillas modernistas y de otros estilos, que a poco que se ponga atención, se derrite de gusto la mirada.
Se hicieron buenos amigos y disfrutaron de la gastronomía bilbaína, de la buena conversación y de la mutua compañía, mientras duraba la obra.
Al notar que ella se estaba apegando demasiado, Jordi Cotet no quiso que se complicaran las cosas y le dijo que había terminado y que ya no volvería a Bilbao.
Lo hizo de esa manera, pensando que para ella sería más fácil que seguir alimentando unos sentimientos que no compartía.
Pero no fue así.
Camino entendió que se había acabado el tiempo y lo aceptó, aunque le apenó que se marchara y le echó de menos.
Lo que le sentó fatal fue enterarse, a través de una amiga común, que Jordi seguía viviendo en Bilbao durante la semana y que no había terminado su trabajo.
Camino se enfadó y le llamó, con la intención de cantarle las cuarenta.
Jordi era una persona muy calmada y escuchó durante un buen rato, todos los exabruptos que ella soltaba sin dar tregua a que él hablara.
Cuando encontró un momento de calma, Jordi le explicó el motivo por el que le había mentido y Camino se sintió humillada, porque había sido verdad que se había enamorado de él y es posible que si hubieran seguido estando juntos habría sido peor.
Camino le creyó y se serenó.
Comprendió que su intención era buena, sin embargo le molestó que se ocupara de un asunto que no era de su incumbencia.
No le gustaba que los demás hicieran un trabajo que solo a ella correspondía.
Se lo hizo ver a Jordi y quedaron en verse para aclarar el tema.
Intentaron hablar como personas mayores pero no lo consiguieron.
Terminaron como el rosario de la aurora y Camino se fue a su casa deseando estar sola y dedicarse a sus asuntos, le habían defraudado demasiadas veces.
En la paz de su hogar encontró a su hijo que hacía los deberes tan tranquilo, disfrutando de esa paz interior que solo se aprecia cuando se ha perdido.
Preparó la cena para los dos, se acostó y se dijo a si misma:

Mañana será otro día.

Al despertarse sintió que se le había quitado un peso de encima.
Desayunó, despidió a su hijo que iba al instituto y agradeció a la vida haber recobrado la serenidad.
Los meses pasados con Jordi Cotet habían sido un engaño.
Tanto si su esposa sabía que existía Camino como si no, todos se engañaban en algún sentido.
No se pueden negar las emociones y gestionarlas es un tarea de titanes.
Camino salió antes de lo necesario de su casa de Bilbao la Vieja, con la intención de dar un paseo por el campo de Leioa antes de entrar en la universidad.
Alegre y ligera, descubrió un caserío medio abandonado, al que hizo muchas fotos y le alegró la mañana.
En la uni, encontró a sus compañeros de clase, a los que se dio cuenta de que les quería más de lo que pensaba.
Había puesto orden en su vida simplemente moviendo una pieza del rompecabezas. 





1_El Casco Viejo o Las Siete Calles es el barrio más antiguo y el núcleo originario de la ciudad de Bilbao. En él se encuentra la Catedral de Santiago y las iglesias de San Antón, San Nicolás y Santos Juanes.


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