miércoles, 13 de enero de 2016

Capítulo 32_La fiesta de Mónica










Por fin llegó el gran día y a pesar de que Mónica tenía todo organizado, le preocupaba la idea de que algo no estuviera perfecto.
Sus miedos se desvanecieron cuando a las cinco de la tarde, hora lorquiana por excelencia, aparecieron Almudena Gandarias e Itziar Azaola, con dos acompañantes que solo pidieron que les dejaran libre la cocina para preparar lo que les correspondía.

En casa de Mónica había toda clase de vajillas y una cubertería de plata que solo se usaba en ocasiones especiales.
Ya lo habían hablado y saben lo que tienen que hacer, así que Mónica se fue a la peluquería.
Le hicieron un peinado con trenzas postizas, que resaltaba el óvalo de su rostro y potenciaba el resplandor de su espléndido cutis.
Llegó a casa a las seis y advirtió con deleite que todo estaba en marcha.
La casa estaba preciosa.
Había recibido varios ramos de flores que ella misma distribuyó estratégicamente en la entrada y el salón.
Pensó que no hacía falta poner flores en el comedor, puesto que la colocación de la comida era una verdadera obra de arte que no necesitaba adornos superfluos.
Al verla, Mónica se quedó extasiada.
Sabía que eran las mejores, pero no se había imaginado hasta que punto se puede lograr una comida exquisita con una presentación tan refinada.
Decidió que se dejaran los abrigos en el cuarto de invitados, para que no tuvieran necesidad de utilizar su dormitorio.
No le gustaba que nadie entrara en los dominios privados.
Alonso y ella ya estaban preparados cuando llegaron los primeros invitados.
Justo antes de que sonara el timbre, Alonso le dijo que estaba preciosa y le dio un beso.
Mónica le pidió que por favor no le estropeara los labios recién pintados.
Él también estaba guapo con su traje azul marino, camisa rosa con cuello blanco, la corbata de Hermés que había comprado en Biarritz y unos zapatos de Norman Villalba que era su zapatero preferido.
Mónica no tuvo más remedio que piropearle.
Formaban una pareja estupenda.
Se quedaron en la entrada recibiendo a los invitados, que enseguida pasaban al salón con una copa en la mano 
Pronto se formaron grupos en los que se saludaban los que se conocían y Alonso se encargó de presentar a los directivos de Iberdrola.
Mónica daba vueltas para asegurarse de que todos se sintieran a gusto, siendo consciente de que Gari no había llegado todavía.
Los Artiach y Carlota fueron de los primeros.
Conocían a mucha gente porque algunos amigos de Alonso jugaban al golf.
Cuando Mónica estaba empezando a inquietarse, aparecieron Beñat, Marlène y Gari.
A Mónica se le iluminó la cara, no pudo disimular su alegría al ver a Gari.
Probablemente nadie excepto Carlota, se dio cuenta del cambio de expresión en el rostro de Mónica.
No pudo hacerle todo el caso que hubiera querido, pero le gustaba saber que estaba cerca y de vez en cuando cruzaba miradas con él.

La fiesta transcurrió según lo previsto.
Un ambiente relajado y amable, sin extravagancias.
A las doce de la noche se fueron los últimos invitados y Mónica y Alonso se metieron en la cama, cansados pero contentos.
Alonso se sentía satisfecho, porque gracias a la fiesta había conseguido que se conocieran varias personas, con las que podía llegar a unos acuerdos realmente interesantes para su trabajo.
Mónica sabía que le había hecho un favor a Alonso, a pesar de que la fiesta no era lo que ella hubiera esperado en su cumpleaños, pero se sentía orgullosa por haber ayudado a su marido.
Se lo merecía.
Además, ella ya tenía su plan al día siguiente con Carlota y con Gari.
Antes de dormir, comentaron un poco las anécdotas de la fiesta y Alonso le entregó el cuadro de Morquillas.
Para Mónica fue una verdadera sorpresa.
Había estado tan ocupada con los preparativos, que se olvidó de que Alonso no le había regalado nada.
Le emocionó que hubiera tenido el detalle de elegir justo algo que ella había comentado que le gustaría tener en la pinacoteca.
Así que los dos, dichosos y complacidos, durmieron plácidamente.

Alonso, sabiendo que al día siguiente sería felicitado por sus superiores por el buen trabajo realizado, y Mónica, feliz y eufórica porque parecía que empezaban a enderezarse sus asuntos.

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