sábado, 5 de diciembre de 2015

Capítulo 10 _ La huída











Gari estaba hecho un lío.
La idea de vivir en Bilbao le hacía ilusión, sabía que había llegado el momento de hacerlo y al mismo tiempo le alteraba.
Estar lejos de sus padres durante tantos años, le había convertido en un lobo solitario y sentirse obligado a visitarles de vez en cuando, le ponía nervioso.
Su madre hace demasiadas preguntas y Gari detesta los interrogatorios.
Por otro lado, Mónica se ha convertido en una especie de problema.
Lo que podía haber sido un mero pasatiempo se estaba complicando, ya que la chica, además de estar casada, se puso un poco pesada el día que estuvieron en Ikea, intentando darle ideas de cómo decorar su casa, aconsejándole sobre asuntos que no eran de su incumbencia.
Mónica es un chica mona y simpática, con tanta tontería, que para quitársela, iba a necesitar bastante más que unos cuantos encuentros íntimos a escondidas.
Ni siquiera estaba seguro de querer ser él la persona apropiada para hacer un trabajo tan arduo.

Conoció a Mónica en un ambiente diferente al que ella estaba acostumbrada.
Gracias a su amistad con Carlota, se introdujo en la familia Abrisqueta, que eran gente sencilla, muy unidos y sin pretensiones.
Le habían acogido con mucho cariño y la trataban como a una hija.
Entre ellos, Mónica se sentía a gusto y no necesitaba presumir de nada, pero en cuanto se encontró mano a mano con Gari, se sintió insegura y le salió esa deje innato que caracteriza a determinada clase social, que se instala hasta en el tono de voz y del que por más que uno se empeñe en desembarazarse, siempre queda algún resquicio.
Se decía a sí mismo que la chica era atractiva y le hizo efecto cuando se la presentaron en Bermeo, no podía negarlo, incluso se encaprichó de ella, pero tenían tan poco en común desde un punto de vista ideológico, que veía difícil la relación.
De momento, decidió poner distancia y se instaló en su ático de Bidarte, donde nadie le molestaba excepto sus propios pensamientos, de los que no podía huir por más que se empeñaba.
La cabeza le decía:

Déjalo ahora que estás a tiempo.
Todavía no ha pasado nada.
Está claro que es un tema que no hay por donde cogerlo, ni siquiera te diviertes con ella y te puedes meter en un lío que te acarreará problemas.

Pero su corazón latía imaginando los placeres del amor.
Gari pensó que al huir conseguiría alejar el pensamiento, pero fue inútil, la imagen de Mónica le perseguía.
Intentó apaciguarse llamando a una novia antigua, con quien todavía se veía de vez en cuando.
La relación amorosa terminó, sin embargo seguían siendo amigos y es posible que ella le pudiera escuchar, e incluso sugerirle el camino a seguir.
Nadine Cordes es una vasca muy comprometida con la causa independentista.
Es una mujer valiente y colabora con Etxerat (1).
Ayudó a Gari a instalarse en Bidarte y se creó un fuerte lazo entre ellos.

La relación ha pasado por diferentes etapas y siempre han permanecido unidos, sabiendo que forman un buen equipo, a pesar de las diferentes cambios de Gari. 
Las convicciones de Nadine son fuertes e inalterables, así como su lealtad en la amistad.
La llamó para invitarle a cenar. 
Reservó una mesa en la Tantina de la Playa, donde además de poder charlar con tranquilidad viendo las olas, comerían un pescado inmejorable.
La playa de Uhabia se encuentra entre Bidarte y Gethary, es una de las más conocidas de la costa labortana, gracias a la mundialmente famosa ola de Belharra, que rompe con mucha fuerza y gran tamaño.
Estar con Nadine siempre es agradable, ya que tiene la delicadeza de no tocar temas que pueden resultar incómodos para Gari.
Poco sabe Nadine, que a Gari no le queda ni una reminiscencia de su época política.
Gari es un hombre que vive el momento y va dejando atrás lo que le deja de interesar, tanto en asuntos de faldas, como de filosofía o convicciones.
También estuvo muy entusiasmado cuando empezó a leer a Guy Debord (2) y descubrió  a los situacionistas.
Hasta tal punto consideraba imprescindible estar inmerso en un situacionismo, por lo menos teórico, que cuando conoció en Hawai a una chica preciosa de quien creyó estar locamente enamorado, después de pasar una semana encantadora cogiendo olas, al enterarse de que desconocía el movimiento situacionista, se desencantó tanto, que la dejó empantanada y ni siquiera le confesó el motivo.
Pagó la cuenta del hotel y desapareció.
Gari, a su manera, también necesitaba madurar.
Creía que por haber vivido de forma independiente desde muy joven, se había convertido en un hombre, pero la verdad es que era incapaz de afrontar las ocasiones cuando se presentaban difíciles y huía despavorido.
Las novedades le apasionaban, tanto ideológicas como personales y en cuanto pasaban los primeros entusiasmos, se enfriaba de tal manera que le dejaban de interesar y abandonaba lo que fuera, como si de un juguete roto se tratara.
No reparaba en los sentimientos que hubiera podido provocar.
Y sin embargo, a pesar de su comportamiento, la gente le quería.
Su poder de seducción tenía la capacidad de hacer olvidar a sus amigos todas las faenas, que otras personas no habrían sido capaces de perdonar.

La cena con Nadine resultó agradable, pero no sacó el tema de Mónica.
Gari era un hombre experto en tratar a las mujeres y sabía que, aunque los sentimientos amorosos hubieran terminado, a ellas no les gusta que les hablen de nuevas conquistas, es un hecho probado.
Así que cenaron a gusto, charlaron sobre su proyecto de vivir en Bilbao y le dijo que si le apetecía podía pasar un par de días en su casa.
Nadine accedió encantada, tenía ganas de ir al Guggenheim y de ver todas las novedades de las que tanto había oído hablar.
Se despidieron con un cariñoso abrazo.
Gari sintió que su cuerpo anhelaba el cuerpo de Mónica.
No podía quitarla de su cabeza, a sabiendas de que no era una buena idea.
Al día siguiente, se levantó temprano y decidió volver a Bilbao y llamar a Mónica para saber a qué atenerse.






(1) Etxerat: familiares y allegados de represaliados políticos vascos.
(2) Guy Debord: fue él quien conceptualizó la noción sociopolítica de «espectáculo», desarrollada en su obra más conocida, La Sociedad del espectáculo (1967). Debord fue uno de los fundadores de la Internacional Situacionista (1957-1972).

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