viernes, 13 de noviembre de 2015

Capítulo 4_De compras en IKEA















Por fin llegaron noticias.
Carlota avisó a Mónica para decirle que Marlène ya había vuelto y estaba organizando una comida en el jardín, a la que estaban invitados ella y Alonso, además de otros amigos comunes.
Mónica dijo que asistirían encantados, dando por hecho que a Alonso le apetecería.
Se las prometía felices, no obstante al comentarlo con Alonso, se llevó un gran chasco, ya que se había comprometido para ir a San Sebastián a ver a sus padres.
No tenía escapatoria.
Los Vergarajauregui no eran especialmente pesados, pero consideraban que los asuntos de familia son sagrados y todos los hermanos son muy conscientes de ello, por lo que Mónica tuvo que hacer de tripas corazón y disimulando la frustración que sentía, no le quedó más remedio que llamar a Carlota y contarle, que muy a su pesar, no podían asistir a la fiesta.
Estaba furiosa.
Quería mucho a la familia de Alonso y siempre había tenido una excelente relación con todos, especialmente con el padre, sin embargo ese domingo estaba tan desanimada, que no fue capaz de hacer el paripé y José María, su suegro, preocupado, le preguntó si se encontraba bien.
Ella dijo que si, que todo estaba en orden, pero era evidente que algo la perturbaba.
No insistió.
También Alonso se dio cuenta de que el comportamiento de Mónica no era el habitual y cuando se montaron en el Range Rover para volver a casa, se lo comentó.
Mónica se cerró en banda y dijo que se encontraba perfectamente.
No tenía ganas de hablar, estaba cansada, eso era todo.
El plan que había urdido parecía simple en teoría, mas a la hora de ponerlo en práctica, había muchos elementos que ella no gobernaba, empezando porque el seductor comportamiento de Gari. que había puesto en función sus fantasías, se había evaporado.
Intentó seguir con su vida, tratando de que el tema no le afectara y tuvo el coraje suficiente para decirle a su marido que necesitaba sentirse más libre.
Lo hizo de una manera tan natural y encantadora, que a Alonso no le quedó más remedio que aceptarlo y desearle lo mejor.
Le explicó, que en ese momento de madurez, en que las decisiones que se toman suelen ser duraderas, pensaba que estaba contenta con la vida que ambos habían organizada y que le gustaría seguir viviendo con él y ser su compañera, pero a veces necesitaba estar a su aire, viajar sola, conocer gente nueva, tener su vida, además de la que tenían en común.
Había leído "Una habitación propia" de Virginia Wolf y se le habían despertado algunas necesidades.
Tenía montado su estudio de trabajo en la Alameda de Mazarredo, cerca de los jardines de Albia.
Allí no sólo hacía las webs sino que también lo utilizaba para pequeñas reuniones de trabajo, a las que ahora quería añadir festejos con amigas, por lo menos eso es lo que le dijo a su marido.
Antes no había sentido la necesidad de tener un espacio individual, en el que nadie tuviera el derecho de entrar.
Desde un punto de vista físico ya tenía una habitación propia, pero el sentido de privacidad del que hablaba Virginia Wolf, era un concepto nuevo para ella.
Le dijo a Alonso que no tenía intención de hacer nada que pudiera molestarle o faltarle al respeto, pero que prefería relacionarse con él de una manera más libre.
Alonso le dijo que sí a todo, pensó que sería bueno para los dos, ya que él también a veces se sentía un poco obligado a estar con ella.
Tenía ganas de jugar al golf los fines de semana, pero no quería dejarle sola a Mónica, por lo que le gustó la idea de tener tiempo para dedicarse a su pasión favorita.
Cuando se encontraba con algunos jugadores en las clases de Derio, le tomaban el pelo por no ser capaz de decirle a su mujer que le apetecía jugar al golf con sus amigos.
Ellos lo hacían siempre que podían, todos los momentos libres los dedicaban al golf.
En sus vidas, las prioridades estaban bien marcadas:
Lo fundamental, el trabajo.
Después el golf.
Y por último la mujer y los hijos.
En el caso de Alonso, el tema se había complicado al decidir no tener hijos, porque los hombres de ese estilo, piensan que cuando la mujer tiene un hijo, ya está entretenida y el hombre puede huir sin remordimientos.
Es una mentalidad que todavía persiste en algunos círculos sociales.
Por eso cuando Mónica le planteó a Alonso que deseaba tener más libertad, todo se desarrolló con total comprensión y sin esfuerzo.
Mónica estaba contenta, por lo menos ella iba dando sus pasos y así preparaba el terreno para lo que pudiera suceder.
Le parecía raro no tener noticias de los Abrisqueta, ni siquiera había hablado con Carlota para que le contara cómo había resultado la fiesta y no quería llamar, para que no se notara su interés.

Decidió ir al Guggenheim a ver la exposición de Koons, con la buena suerte de que Gari estaba allí y demostró alegría al encontrarse con ella.
Se puso nerviosísima, mas Gari, muy tranquilo, la llevo a la terraza, pidió unos verdejos muy fríos y sin hablar, esperó tranquilamente a que se relajara.
El camarero tomó su tiempo en servir.
Como en otras ocasiones, al tener una copa en la mano, Mónica recuperó su aplomo y se sintió ligera y satisfecha de encontrarse en una situación tan deseada.
Gari estaba espléndido.
Se vestía con ese aire francés indefinido, que solo se adquiere cuando se vive en Francia.
Además de tener un cuerpo delgado y bien proporcionado, el verde de sus ojos destacaba sobre la piel morena del rostro curtido por el mar.
No olvidemos que Gari era un surfero profesional, que se metía en el agua tanto en invierno como en verano.
Mónica, a su manera, también estaba muy guapa.
Vestía bien, en plan algo convencional.
Vaqueros apretados con camisas de seda de Massimo Dutti, que le daban cierto aire de señora elegante.
Lo verdaderamente excepcional era su blanco y cuidado cutis que resplandecía con luz propia.
Hablaron de naderías y empezaron a sentirse a gusto.
Gari le contó que había estado muy ocupado buscando un apartamento en Bilbao donde quería instalarse, aunque no permanentemente.
La idea era mantener el pied_a_terre que tiene en Bidarte y pasar largas temporadas en Bilbao, ya que considera que la ciudad cada vez está más viva y atractiva.

Si te apetece _le dijo con toda naturalidad_ podemos ir y te lo enseño.
Está aquí cerca, en la calle Heros, frente a la galería Carreras Múgica.

Bárbara no podía dar crédito a lo bien que se estaban desarrollando los acontecimientos, por lo que contestó sin dudarlo:

Por mí encantada, la calle Heros me parece la más interesante de Bilbao en este momento.

Comentó tratando de mostrar una naturalidad que no sentía.

Vamos cuando quieras, todavía no he firmado el contrato, pero me han dejado las llaves para que lo visite hasta que me decida, la verdad es que estoy seguro de que es el adecuado para mi.

A Mónica casi le molestaba que ese jovenzuelo estuviera tan templado, mientras ella tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para hacer ver que se encontraba serena.
Era obvio que tanto Mónica como Gari sentían una corriente eléctrica que atravesaba sus cuerpos y a pesar de lo poco que tenían en común desde un punto intelectual e ideológico, la fuerza del deseo les acercaba sin remisión.
Paseando por Mazarredo comentaron el arco de Daniel Buren, como una de las grandes obras del arte urbano.
Ambos eran conocedores de las obras de Buren, a quien seguían desde que se dedicaba a pintar rayas azules y blancas.
Aunque Mónica no era una entendida en arte, gracias a Carlota había adquirido una pátina de interés por el arte contemporáneo y junto con su marido, iban formando una pinacoteca elegida con mucho gusto.
Entraron en el portal de una casa antigua, que había sido restaurada por Simón de Lecea, hijo de Moncho, el que fuera famoso arquitecto del ayuntamiento, muerto en un trágico accidente de coche.
El hijo ha seguido los pasos de su padre y se ha puesto de moda.
Estudió arquitectura en Barcelona y tiene ese toque especial, que consigue reconstruir con gracia una casa que antes, solo era vieja.
El portal vacío, pintado de color arena con el techo blanco.
Las escaleras de madera encerada.
Un ascensor pequeñito rápido y muy moderno.
Subieron al cuarto piso.
Entraron en un hall grande, pintado como el portal.
Toda la casa estaba en esa estilo.
Daba gusto, todo tan vacío, tan limpio.
No había muebles, ni siquiera los de la cocina.
Gari le comentó que tenía intención de organizar la casa con lo estrictamente necesario, comprando todo en Ikea.
A Mónica le parecía un poco raro que no quisiera poner moqueta, ni muebles ingleses antiguos, que es como decoran las casas a las que ella suele ir, pero decidió seguirle el juego, porque notó que sabía  lo que quería.
A pesar de que los dos eran conscientes de que lo que realmente les apetecía era abrazarse, no lo hicieron, no era el lugar ni el momento oportuno.
Empezar un intercambio sexual en el suelo, teniéndose solamente el uno al otro, era excesivo para una mujer como Mónica, por lo menos eso es lo que pensó Gari, que lo comentó con toda naturalidad:

Me gustaría hacerte el amor aquí y ahora, pero prefiero esperar, todo llegará a su debido tiempo.

Mónica enmudeció.
Salieron y al despedirse, Garikoitz le preguntó si no le importaría acompañarle a Ikea para elegir los muebles.
Accedió.
Quedaron en que al día siguiente Gari la llamaría al salir de Arminza, para encontrarse en la cafetería de Ikea.
A pesar de que Mónica no estaba demasiado mentalizada con la idea de decorar una casa con simples muebles suecos, a medida que se paseaban por Ikea, iba comprendiendo las ventajas de vivir en un espacio tan aséptico en el que casi no hay que limpiar y todo funciona sin complicaciones.
Garikoitz sabía lo que necesitaba, no titubeaba.
Compró lo necesario, encargó que se lo montaran y quedaron en llevárselo dentro de cuatro días.




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