domingo, 4 de octubre de 2015

Por fin Bangkok











En el aeropuerto nos esperaba un autobusito para trasladar al hotel a nuestro grupo familiar.
La suerte empezó a sonreírme.
Mientras atravesábamos Bangkok, el guía que iba a orientarnos durante la estancia en Tailandia hablaba y hablaba por el micrófono. 
No presté demasiada atención hasta que de repente, salté como un resorte, cuando dijo lo siguiente:

Como su nombre indica, Tailandia es un vocablo formado por don palabras: 
Tai que significa libre y Land  que quiere decir tierra.
En definitiva, Tailandia es un país libre, donde todo está permitido.

Me relajé.
Cuando todos salieron del autobús, me quedé rezagada y hablé con el guía.
Era un chico joven, encantador, que hablaba español, e inmediatamente entendió lo que yo necesitaba y él mismo se ofreció a complacerme.
Me citó a las cinco de la tarde en el hall del hotel.
Cuando nerviosa y contenta me dirigía al hall a la hora convenida, poco imaginaba que me iba a encontrar a parte de mi familia tomando el té en una mesita, mientras en otra cercana, puntual y sonriente, esperaba mi contacto.
Saludé a los míos y pasé de largo para encontrarme con el guía.
Todavía hoy en día me pregunto cómo tuve tanto descaro.
Me entregó un paquete bastante grande con la mejor hierba tailandesa, según él.
Luego he sabido que hay muchas clases de hierbas, que se estudian con tanta precisión como aquí los vinos, pero en aquellos momentos yo solo sabía distinguir entre una hierba que coloca y lo contrario.
Me metí en mi cuarto, hice un canuto y desde la primera calada experimenté un colocón como nunca en mi vida.
Empecé a sentir un placer tan intenso que casi no podía ni seguir fumando, así que me dejé llevar y pasé el resto de ese día y los siguientes sin salir de mi habitación.
Cuando me venía algún momento de lucidez, muy pocos, solo pensaba en que lo único que deseaba en la vida era quedarme así y allí toda mi vida, pero me acordaba de que tenía tres hijos pequeños que estaban esperándome en Bilbao y me fumaba otro canuto para no tener que discurrir.
Al cabo de unos días me sentí algo más despejada y accedí a ir con el grupo a uno de los mercados flotantes, que según el guía era menos turístico que los demás y por lo tanto más interesante.
Creo que me gustó, pero lo único que se me quedó grabado de aquella excursión, es que cuando al volver a Bilbao mis hermanos pusieron las pelis del viaje, yo salía recostada en el hombro de mi padre, adormilada.

Los días iban pasando y llegó la hora de hacer la maleta.
Al darme cuenta de que tenía que pasar por varios aeropuertos con aquel paquete tan grande, me entró miedo y decidí tirarlo a la papelera.
No me sentía capaz de viajar con esa cosa.
No recuerdo bien el desarrollo de los acontecimientos, pero si sé, que cuando ya habían recogido mi cuarto, apareció mi hermano Jose, el pequeño, con quien compartía mis nuevas aficiones y hablamos del tema.
Le dije que lo había tirado y que ya se lo habían llevado.
Dijo que eso era un disparate y salió corriendo por el pasillo hasta que encontró el carro de la limpieza.
Hurgó en la basura y encontró el paquete.
Al final, yo decidí metérmelo en la vagina.
Es un método del que había oído hablar y aunque resulta incómodo, es bastante seguro.
Lo que había comprado en Hong Kong no me preocupaba.
Para empezar no sabía lo que era y además, ocupaba muy poco espacio.
A pesar de estar nerviosísima traté de aparentar tranquilidad y lo conseguí, ya que pasé todos los aeropuertos y llegué a casa sana y salva.

Lo único que puedo recordar es que en el clima de Bilbao que no tiene nada de tropical, el efecto de la mejor marihuana tailandesa era diferente, mucho más suave y por lo tanto menos interesante aunque cuando invitaba a mis amigos les pareciera gloria bendita.

1 comentario:

  1. bff se nota que no habías visto Midnight Express. Qué loca que estabas :D

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