lunes, 7 de septiembre de 2015

Indómita











Yo soy una hipócrita.
Cuando me felicitan por mis textos y me agradecen que sea honesta y sincera me siento avergonzada.
Soy consciente de que digo cosas que no se suelen decir pero eso no significa casi nada, solamente que soy un poco más descarada que los demás.
La realidad es bien distinta.
Si realmente profundizara en mis sentimientos y los expresara sin temor, sin ocultar nada, sin hacer concesiones, sin miedo a las represalias, otro gallo cantaría.
Reconozco que con lo poquito que expreso me limpio un poco el alma, pero no es suficiente.
Necesitaría hacer una limpieza general.
Incluso y a pesar de que lo que cuento es solo la superficie, a veces tengo que hacer un pequeño esfuerzo y es tan grande el alivio que me produce, que me empuja a seguir en el camino empezado.
Yo no me considero valiente.
Más bien lo contrario.
A pesar de que según mi madre nací siendo rebelde _ya en el coche de bebé me arrancaba los lazos de los faldones_siempre he intentado ser comedida para no llamar demasiado la atención y para evitar castigos y enfrentamientos.
Un día mi madre me entregó los boletines de mi primer colegio, la Vera Cruz de Bilbao, y en las observaciones ponían repetidamente:

Blanquita es rebelde.
Lucha para defender las injusticias enfrentándose incluso a las profesoras.

Sin embargo yo me recuerdo aguantando los chaparrones con las manos detrás, la cabeza gacha, diciendo:

Si madre, si señorita

y por dentro:

por mucho que te diga que si, yo seguiré pensando lo que me dé la gana, ahí tu no puedes entrar, no me puedes cambiar.

Y me iba tan contenta con mi terquedad a cuestas.
Intentaban domarme en el colegio e intentaban domarme en mi casa pero por dentro nadie podía doblegarme: era indómita.

Así que ya desde pequeña me protegí a mi misma con el caparazón de la hipocresía.
Recibí una educación rígida en la que todo estaba permitido siempre que se hiciera a escondidas conservando las buenas maneras.
Intenté acatar las normas de una sociedad enferma y para no enfermar con ella me salí a través de las drogas.
No es que acertara en el empeño puesto que me hice daño a mi misma, pero en cierto modo fue la única manera que encontré para tener el valor de enfrentarme a lo que para mi era espantoso.
Por más que intentaba ser una niña buena nunca lo conseguía.
Llegué a Francia con diez seis años y no voy a decir que me hice buena de repente, pero muchas de las cosas que en los colegios españoles resultaban pecaminosas, en Francia eran aplaudidas.
Me da asco la hipocresía pero rara vez puedo dejar de utilizarla.
He mentido tanto que ya casi no distingo la verdad de la mentira.
He mentido a mi madre, a mi marido, a los médicos, a la policía…
Miento por defecto.
Estoy configurada para mentir aunque no saque nada en limpio.

Podría ser ridículo pero más bien resulta patético.

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