sábado, 12 de septiembre de 2015

El sexto sentido










Conocí a varios miembros de una familia de Bilbao realmente peculiar.
No solo eran artistas en mayor o menor medida sino que en el plano espiritual estaban bastante más evolucionados de lo habitual.
La chica se llamaba Estrella.
Era guapa y tenía un poder de convocatoria extraordinario.
Sabía muchas cosas interesantes.
Un extenso círculo de amistades le seguía a pies juntillas.
Poco a poco me fueron presentando a los hermanos.
Todos eran músicos.
Al final conocí a la madre que además de ser encantadora, cantaba ópera.
Se notaba que estaban muy unidos.
Pero lo realmente especial, especial hasta límites insospechados fue lo que voy a relatar a continuación:

Uno de los chicos, quizás el más especial de una familia en la que todos eran especiales, me llamaba poderosamente la atención porque siempre estaba feliz.
Recuerdo su rostro brillante, sonriente, enmarcado por una melena rizada de pelo muy negro que contrastaba con sus inmensos ojos azules.
Le veía a menudo en diferentes partes del mundo ya que como yo, él seguía a Prem Rawat allá donde fuera.
Le solía ver encargándose de la mesa de mezclas y del sonido y parecía un niño que jugaba y se lo pasaba muy bien.
Siempre estaba contento, dispuesto a hacer un favor.
No solo componía canciones sino que además pintaba y dibujaba.
Cuando cantaba tenía la capacidad de llegar al agudo más alto y al grave más bajo, lo cual es excepcional.
Todo en él era extraordinario.

Lo que Estrella me contó sobre su hermano explica lo que le hace diferente.
Hacía años, en las épocas jipis, este chico estaba en Ibiza vendiendo láminas o tal vez sus propios dibujos, no lo recuerdo y una mujer se le acercó con la intención de leerle la mano.
Se la tendió amablemente y la quiromante se dispuso a realizar su trabajo.
A medida que iba descifrando el enigma, su interés se acrecentaba.
De pronto, sin previo aviso, le retiró el pelo de la oreja y allí encontró lo que andaba buscando:
Un agujero en la mejilla.
Sin dar tiempo a que el chico reaccionara le miró el otro lado y encontró otro agujero en perfecta simetría con el primero.

Ante su estupor la mujer le preguntó:

¿Sabes lo que tienes ahí?

Él dijo que no, que tenía esos orificios desde que nació y nunca nadie había sabido darle razón.
La mujer le hizo unas cuantas preguntas a las que él respondió sin cautela.
Le contó que a veces supuraban un líquido, que les afectaba el frío y el calor, y algunos detallitos sin aparente importancia.
No hubo necesidad de demasiadas explicaciones, ella sabía lo que significaban aquellos agujeros y sin asomo de duda, emitió su veredicto:

Lo que tienes es un sentido, o sea que en vez de cinco, tu tienes seis sentidos.
Es algo realmente excepcional, muy poca gente viene a este planeta con seis sentidos, por eso no lo has desarrollado.

Estrella me contó que su hermano siempre se tapaba los agujeros con el pelo porque no le gustaba hablar del tema ni que le hicieran preguntas.

También me dijo que cuando nació tuvo seras dificultades para acoplarse a la vida, le costaba respirar y comer, pero con sumo cuidado su madre consiguió sacarle adelante y hoy en día no solo está integrado, sino que además es una persona feliz.

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