martes, 18 de agosto de 2015

Testamento Vital








Hace unos cuantos años, cuando la vida parecía que iba a durar siempre, Rosa Saez, mi amiga del alma, me comentó que tenía intención de hacer testamento vital.
Nunca había oído hablar de otra cosa que no fuera testamento de bienes materiales.
Me explicó que consistía en evitar que me mantuvieran viva en caso de estar al borde de una muerte inevitable y me pareció una idea excelente.
Pedimos una cita sin saber demasiado bien en que se basaba.
Vendría un señor del Gobierno Vasco.
Y así fue.
El día señalado acudimos ambas a la entrevista.
Creo recordar el nombre de la persona que nos atendió: Nicolás Vidal.
Era muy amable y delicado.
Supongo que para ese tipo de trabajo es importante tener cierta sensibilidad.
Nos hizo muchas preguntas.
Primero a Rosa y luego a mi.
La mayoría de las preguntas eran difíciles de responder.
No porque fueran difíciles en sí, sino porque como nunca nos habíamos muerto, no teníamos experiencia y contestábamos sin saber realmente lo que nos convenía, pero el señor Vidal, con santa paciencia, nos explicaba las ventajas de elegir una muerte determinada.
Para poner un ejemplo diré el único detalle del que me acuerdo.
Al tener que elegir si morir en un hospital o en casa, yo contesté que prefería en el hospital para no molestar a mi familia.
Craso error.
Se molesta mucho menos y es mas agradable para todos hacerlo en casa.
Me quedé tranquila y satisfecha.
Sobretodo tuve la sensación de ser una persona evolucionada.
Durante los últimos años se han muerto varias personas de mi familia y he comprobado que un testamento vital habría facilitado las cosas y que la muerte resultara más fácil y placentera.



No hay comentarios:

Publicar un comentario