jueves, 20 de agosto de 2015

Matisse y el aprendiz









Matisse abrió la puerta de su estudio a un aprendiz que le pidió estar con él para aprender a pintar.
Matisse aceptó sin condiciones.
Cada día iban juntos al campo a pintar del natural.
Matisse pintaba.
El aprendiz le miraba, le copiaba y poco a poco iba aprendiendo.
Solo el hecho de estar con Matisse y verle pintar era un privilegio.
Matisse lo sabía y pensaba que el estudiante se daba cuenta de la oportunidad que le estaba ofreciendo.
Un día el estudiante le dijo que al día siguiente no iría a pintar con él porque tenía algo que hacer.
Matisse comentó:

¡Ah! Pensaba que eras un pintor.

Cuando leí esta anécdota algo en mi interior se conmovió.
La entendi.
Pienso lo mismo que Matisse.
No solo respecto a la pintura, que también, sino a cuando algo te interesa de verdad, con pasión, con la certeza de que es importante hasta el punto de adquirir un compromiso.
Puede ser el deseo de pintar o de escribir o de practicar el conocimiento o de amar a una persona.
Se trata de una actitud que exige entrega absoluta.
Yo solo veo la posibilidad de disfrutar de la vida en esa entrega, en el compromiso.
No es necesario recolectar los frutos de la acción sino que en el esfuerzo radica la satisfacción.
Tampoco me refiero a lo que nos enseñaban sobre la satisfacción del deber cumplido.
Es algo más profundo y personal que no se ve por fuera.
Está relacionado con el conocimiento del ser, de la vida, de lo que se siente.
En 1980 con motivo de la extraordinaria exposición de Motherwell con la presencia del artista, un periodista le preguntó quien consideraba que era el mejor artista del siglo veinte, a lo que sin dudar respondió que Matisse.
No me extraña.
Tanto el trabajo artístico de Matisse como su personalidad me emocionan como pocos pintores consiguen hacerlo.
Me trasmite alegría, libertad, soltura, luz, amor al arte, pasión por la creatividad…
Nunca me canso de ver su obra.
Y siempre consigue conmoverme.
Ya enfermo se dedicó a cortar papeles y pegarlos…
¡Que grande era Matisse!
Pasaba muchas horas charlando con Pablo Picasso cuando ambos vivían en el sur de Francia.
Matisse era el mayor de los dos por lo que ambos daban por hecho que moriría el primero y le comentaba a Picasso bromeando:

¿Con quién hablarás de arte cuando yo me muera?

En su libro “Picasso y Matisse” Francoise Gilot escribe: 

“Matisse era un poeta, que buscaba lo esencial y que, milagrosamente, lo encontraba".

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