miércoles, 3 de junio de 2015

Bruno Barturen




CUATRO

(continuación de Berta Belausteguigoitia)





Lo único que le había exigido su padre cuando Bruno planteó que quería estudiar arquitectura en Barcelona era que sacara buenas notas, que no dejara de hacer deporte y que se fuera a Inglaterra en verano para perfeccionar su inglés.
Bruno aceptó encantado.
Los primeros años se volcó en la carrera.
No le costó demasiado.
Tenía facilidad para el estudio y dado que estaba acostumbrado a Bilbao, en donde no solo conocía a mucha gente sino que también sabía la reglas del juego que eran distintas a las de Barcelona, se concentró de tal manera que iba sacando los cursos sin problemas.
Sus padres estaban tan contentos con él que le dieron toda clase de facilidades para que tuviera una vida agradable.
Bruno era un niño mimado que aceptaba con naturalidad todos los privilegios que le venían sin hacer demasiado esfuerzo.
No solo era guapo y atractivo sino que además poseía ese brillo especial que tienen algunas personas a las que la naturaleza les ha dotado con una gran vitalidad.
Irradiaba una simpatía cálida que hacía sentirse bien a los que estaban con él.
Tenía un gran corazón lo cual no le impedía conservar la cabeza muy templada, con una idea formada de lo que deseaba hacer con su vida.
Ya desde antes de empezar la carrera había decidido que se casaría joven, porque quería formar una familia que le sirviera de base para ordenar su vida.
Su mentalidad respecto al matrimonio era la misma que había visto en su familia:
El hombre trabaja y gana el dinero mientras la mujer se ocupa de la casa y de hacerle compañía cuando él lo requiere.
Un planteamiento clarísimo que no admitía lugar a malentendidos.

Un amigo que estudiaba con él y que le había introducido en su grupo, le habló de una prima que estaba interna en Inglaterra y que seguro le gustaría.
A juzgar por la descripción que hizo su amigo, esa chica correspondía exactamente al tipo de mujer que Bruno había formado en su imaginación.
Por eso, antes de conocer personalmente a Fania, ya había decidido que ella era la mujer con quien quería casarse y organizar la base de su vida.
Efectivamente, en el momento en que su amigo le dijo:

Bruno, ¿ves esa rubia con el pelo largo?

Justo en ese momento, Bruno tenía la mirada posada en ella.

Si claro, ya me he fijado hace un buen rato.

Es Fania, te la presentaré.


Así empezó una historia de amor de la que nadie sabía bien que rumbo tomaría.

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