martes, 5 de mayo de 2015

MTF (male-to-female transsexual)

mtf
male-to-female transsexual



Conocí a Chus Ortuondo en la discoteca Yoko Lenon’s de Bilbao.
Enseguida congeniamos.
Él era alto y muy delgado.
Me fijé en él porque me gustaba como bailaba tecno.
Llevaba el ritmo casi sin moverse y en perfecto estado de relajación.
Tenía la cabeza pequeña y el pelo muy corto por lo que su figura resaltaba.
Me contó que era psicólogo.
Hablaba muy despacio y a mi me parecía muy listo.
Estaba tranquilo y no discutía.
Miraba a las personas como escudriñándolas mientras arrugaba sus ojos.
Al principio solo nos veíamos en Yoko Lenon’s a donde yo iba casi todas las noches porque padecía de insomnio, pero pronto empezamos a quedar durante el día para hacer otros planes.
Me gustaba estar con él.
A medida que íbamos intimando me contaba sus proyectos, entre los cuales, el prioritario era convertirse en mujer.
Lo tenía decidido pero no le resultaba fácil.
Temía disgustar a sus padres y quizás también a otros miembros de su familia, ya que el alcalde de Bilbao que era su primo, se apellidaba como él.
De todas maneras él ya tenía pensado que en cuanto se hiciera mujer se llamaría Cheta Chesten.
Mi nuevo amigo vivía en Deusto y yo en las Arenas así que no teníamos dificultad para encontrarnos.
Una noche que fuimos a cenar al chino de Deusto, del que él era asiduo, me propuso empezar a hormonarme con él.
Me sorprendió la propuesta y le dije que yo no necesitaba hormonarme porque ya tenía todos los atributos femeninos.
No insistió demasiado.
Supongo que para él habría resultado mas divertido que hubiéramos hecho eso juntos, pero comprendió que yo no estaba interesada.
Creo que él empezó solo, porque cada día tenía mas ganas de vestirse de mujer, sobretodo por la noche para ir a la discoteca.
Nos veíamos mucho.
La primera vez que apareció vestido de mujer en Yoko Lenon’s, nos quedamos hasta muy tarde y ya amaneciendo me pidió que le acercara a su casa.
Al atravesar el puente de Deusto mi coche se paró.
Tenía algún problema con la batería.
Ha quedado grabada en mi cabeza la imagen de la Cheta con su uno noventa de estatura, falda tubo y zapatos de tacón, empujando el coche sin hacer ningún esfuerzo, como si fuera de juguete y estuviera vacío por dentro.
El coche arrancó y le dejé en su casa.
A esas alturas de nuestra amistad, ya me había contado el modo en que tenía organizada la vida.
Salía todas las noches hasta las tantas para divertirse a su manera, dormía hasta bien entrada la tarde que es cuando pasaba consulta en un barrio alejado de Deusto, donde nadie podía ni siquiera imaginar su doble vida.
Cuando le pedían cita para la mañana decía sin inmutarse que era imposible, porque trabajaba en un centro privado.
Mis íntimos amigos le recibieron con los brazos abiertos y le invitaban a sus fiestas.
Él también nos invitó a una fiesta en su casa que se salía de lo habitual; era una cena y empezaba a las 12 de la noche.
La gente iba llegando poco a poco y serían mas de las dos cuando empezamos a cenar.
Después, algunos de sus amigos que eran encantadores, casi todos chicos, hacían espectáculos muy divertidos imitando a Raphael y a otros cantantes españoles.
Para nosotros todo era novedoso.
Ya en pleno verano quiso que hiciéramos un plan completo:
Ir a la playa y después a mi casa para arreglarnos y salir a tomar una copa como dos amigas que quieren ligar.
Así lo hicimos.
Era muy cariñosa y una gran amiga, dispuesta a conversar de todo como solo se hace entre chicas, con la ventaja de que siendo psicólogo veía todo con gran claridad y podía dar consejos acertados.
Ella tardaba muchísimo en prepararse y viendo que yo me impacientaba, comentó:

“No creas que es fácil ser mujer, Blanqui”.

Siempre me llamaba Blanqui.
En general prefiero que me llamen Blanca pero me gustaba que Chus me llamara Blanqui.
Para entonces ella ya estaba depilada pero eso no es suficiente.
Tenía que ponerse una peluca, maquillarse y mas cosas en las que no me fijé.
Cuando por fin se sintió cómoda en su papel de mujer, nos fuimos a un bar de Las Arenas que estaba de moda y ella se sentó en el lugar mas visible.
Las Arenas era un lugar monocromático en el que nadie destacaba, por lo que una mujer tan alta, desconocida y todavía con cierto aire masculino, llamaba bastante la atención, pero ella estaba encantada de ser mirada aunque fuera con disimulo.
Era muy presumida y tenía una aplastante seguridad en si misma.
A mi me conocía todo el mundo en ese bar y me saludaban, pero nadie se me acercaba mientras estaba con Cheta, que parecía sentirse a gusto.
Sonreía.
Tenía un gran sentido del humor, refinado, sofisticado y carente de maldad a pesar de su agudeza.
Además de psicólogo era muy inteligente.
Luego empezó con las operaciones.
Le volví a ver convertida en mujer.
Poco quedaba del hombre excepto la altura.
Llevaba el pelo corto teñido de rubio platino y me dijo que se vestía en Blanco.
Tenía un novio jovencito y vivía con él en el camping de Sopelana.
Trabajaba de camarera en un bar cercano a la playa.
Otra vez conecté con ella y volvimos a ser amigas.
Ya era toda una mujer.
Le noté un toque masculino en el modo de beber las cervezas.
Me dedicó una foto de carnet en la que había escrito:

“Para mi mejor amiga.
Te quiere
Cheta”

Me emociono al recordarlo.
En la foto tenía su propio pelo, teñido de rubio, largo y ladeado.
Seguía siendo encantadora.
Quizás todavía mas que cuando le conocí.
Pasó el tiempo y volví a perderle de vista.
Alguien me dijo que vivía en Barcelona.
Desgraciadamente un amigo común me contó que la Cheta había sido apuñalada por un marroquí.
Desconozco los detalles.

A veces pienso en ella con enorme cariño.

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